domingo, 15 de noviembre de 2009

Capítulo 3: Primer Ensayo

La niña no sabía qué hacer, entonces, decidió dejar a Chesca durmiendo, agarrar todas sus pertenencias que se encontraban en la casa e ir lo más rápido que pudiera, para poder llegar a tiempo a los cuarteles.

Salió de la biblioteca a toda prisa, como la calle estaba vacía, le facilitó mucho, porque pudo ir a toda velocidad. Primero, tomo un atajo para llegar a la casa; llegó y agarró su mochila. Luego, siguió su recorrido, corriendo.

-mente- Todo esto me tenía que pasar justo a mí – con un gesto de desesperación.

Antes de ingresar al lugar, se desvió hacia los arbustos y árboles que se encontraban al costado del cuartel. Se puso la ropa varonil rápidamente, se arreglo el pelo y luego entró a los tropezones adentro del la sede de los cuarteles.

-Llegué a tiempo – gritó a los cuatro vientos, después de eso se quedó sin aire y se apoyó en sus rodillas.

Muchos la miraban y no entendían porque ella había entrado así y lo había gritado. Una persona joven y uniformada con traje negro, salió de la gran multitud, que miraba muy fijamente a la niña. Se acercó a ella y le dijo – No deberías presentarte así, porque de esta forma llamas un poco la atención. – se empezó a reír y luego se escucharon risas y grandes carcajadas provenientes de la multitud. La niña se sonrojó un poco y evitó enojarse.

- ¿Nadie tiene que hacer nada por acá? – dijo una voz muy gruesa y firme.

- ¡General! – exclamaron muchos, un poco impresionados.

- ¿General, quién es ese? – preguntó la niña, mirando hacia todos lados.

- ¿No me reconoces niño? – lo dijo, mientras se acercaba a “ella”

- Eh… si, tu eres el que ayer se le cayeron todos los papeles – expresó cálidamente juntando sus dos dedos índices de sus manos (al estilo Hinata de naruto) y mirando hacia abajo.

- En realidad, los hechos no ocurrieron así, si te acuerdas, tú te chocaste conmigo e hiciste que los papeles se desparramaran en el piso – en tono irónico, UO.o´

- Eso ya no importa. – alzó su mirada

- Tendríamos que hablar esto en mi oficina, así que, discúlpame un rato – hizo una pausa – ¿Nadie tiene que hacer nada aquí? , lo que yo veo, es que ustedes lo único que hacen, es mirar una simple conversación. Ahora sigan con sus actividades. – se dio la vuelta y todos volvieron a sus labores.

Ambos subieron unas escaleras blancas y caminaron un largo pasillo hasta llegar a un salón: en su interior había una gran mesa larga, que apenas se podía distinguir porque estaba un poco oscuro, luego había unas inmensas cortinas, que de seguro cubrían unos ventanales.

Apenas dieron tres pasos en el salón, y se encendieron las luces repentinamente; como si las estuvieran esperando a ellos. Un gran comité estaba sentado en las sillas del alrededor de la mesa. La niña se quedó parada en frente de la mesa, mientras que el General se fue a sentar en el extremo de la mesa.

-Entonces… este es el muchacho, que usted nos ha hablado, General – preguntó uno de los muchos que estaban sentados.

-Si, efectivamente, este es el muchacho, que en mis opiniones personales, está apto para tomar la evaluación para ingresar como alquimista estatal. Su nivel de intelecto, al igual que, su poder alquímico son los necesarios para nuestro objetivo. – defendía al muchacho (o sea la niña).

-Puede que sus opiniones e hipótesis sean correctas, pero no estamos en un cien por ciento seguros que este joven esté preparado, además no tenemos datos precisos de su identidad. –expresó el mismo militar que había dado su argumento anteriormente.

-mente de la niña- estoy muy nerviosa, según lo que parece, no confían mucho en mí. Si esto no funciona… no se qué haré.

-Si no están seguros de sus habilidades y sus datos personales, ¿Por qué no lo interrogan? – Cerró los ojos. - mente- Esto será más difícil de lo que esperaba, no sé cómo haré para lograr que lo acepten para que tome el examen. – Abrió los ojos.

-¿No le molesta que lo hagamos ahora, general? – dijo otro militar.

-mente de la niña- Ahora que diré, tengo que inventar algo. - Yo me llamo… - hace una pequeña pausa – Anthony. Mi edad es de 11 años, y dentro de muy poco tiempo cumpliré los doce. – respondió temerosa.

-Bien, ¿Por qué dudó al responder? -expresó el mismo militar, mientras que otros susurraban.

- Yo dude un poco, por la razón, de que mi verdadero nombre es de una lengua extranjera, y supongo que ustedes no lo saben; por eso dije Anthony, que se aproxima mucho a mi nombre. – respondió con voz firme, mirando fijo al examinador (el que lo interrogaba)

- Ahaja, sus respuestas luego serán controlada con el registro en la sede del Estado, donde están todos los datos de cada persona que vive en este Estado; eso lo deja sin posibilidades de mentir en este interrogatorio. – argumentó

-Si comprendo perfectamente, prosigan. –Mente - empecé a mentir antes de que ustedes se dieran cuenta, así que no creo que me descubran tan fácilmente como ellos creen.

- Lugar de residencia actual, lugar de nacimiento y familiares cercanos – expresó el militar en tono serio

-Nací en la pequeña ciudad llamada Dracma, en este tiempo, estoy viviendo en Central y no tengo familia. – respondió un poco triste, por el hecho de no tener una familia.

-Vamos bien por el momento – interrumpió el General, un poco preocupado por la situación que estaba viviendo, debido a que si lo descubrían podían destituirlo de su cargo, que tanto había trabajado para alcanzarlo.

- Si, por el momento, bien. – respondió el militar.

-Supongo que dos preguntas más y listo, debatiremos un poco y luego pasaremos a ver sus habilidades con la alquimia. – interrumpió otro militar de mayor edad que todos los que se encontraban en el salón, estaba cerca del General.

En la biblioteca…

Chesca dormía plácidamente hasta que alguien se le acercó a ella. Era una chica muy bella: Ojos celeste, pelo rubio recogido, piel blanca, tenía puesto unas botas negras con una pollera recta marrón, camisa blanca y una blusa roja. Agarró un libro grueso, lo abrió y lo cerró bruscamente, causando una reacción en la dormilona.

-¿Eh? ¿Qué pasó? ¿Ya es hora de levantarse? – preguntó sin darse cuenta de cómo estaba ella físicamente.

- Supongo que sí, porque ya son las tres de la tarde. – levantó los lentes que estaban en el piso y se los acercó a Chesca. Luego se los puso.

Winry! No puede ser no puedo creer que estés conmigo, ¿no se suponía que ibas a llegar el martes? – exclamó muy impresionada.(Era viernes)

-Quise venir más antes, hace mucho tiempo que no nos vemos, exactamente 6 o7 meses. – lo expresó un poco nostálgica.

-Si si. Espera un rato, ¿Dónde está la niña? – mirando hacia donde la había dejado.

-¿Qué niña? No vi nada, solo un par de libros y a vos, pero eso es todo. – respondió rápidamente

- Esto no puede estar pasando, yo tenía que vigilarla, pero lo único que hice fue dormirme. – se arrepentía por dentro, haberse dormido.

- Te ayudaré a encontrarla luego, ahora dejaré mis cosas en tu casa. – lo dijo muy amablemente; agarró sus cosas y se fue yendo.

Desde la lejanía se escuchaba a Winry que gritó – ¡Acuérdate de arreglarte un poco!

Chesca se levantó de su silla y fue rápido al baño de la biblioteca para disimular su estado facial (muy desprolijo).

En el salón de los cuarteles generales…

-Estas son las preguntas a responder: Primero, ¿Por qué quieres hacer algo de mayores? , y segundo ¿Por qué luchas, por quién, cuál es tu razón? – las dijo y las anotaba en un par de hojas.

- Hago todo esto, porque yo creo que los adultos no son los únicos que pueden usar la alquimia, yo me considero de pequeña de edad, no de estatura, así que es difícil integrarme. No lucho por nadie ni por nada. Mi razón de estar aquí es muy simple, quiero demostrar mi potencial. – lo dijo muy tranquilamente, sin darse cuenta que en algunos momentos mencionaba otros temas.

-Bien, pasemos a ver tus destrezas en la alquimia. – le entregó sus apuntes a cada uno de los que estaban sentados alrededor de la mesa.

-mente de la niña- logré la primera parte de la interrogación, aunque en gran parte mentí mucho, pero la pase. Ahora lo que sigue, no sé si lo podre dar muy bien, ya que mi alquimia a veces es muy inestable y se producen explosiones de muy menor incendió o de gran peligro.

Empezaron a caminar, bajaron las escaleras, siguieron un camino estrecho y luego salieron a un pequeño lugar al aire libre.

La niña (o sea el muchacho) se fue al centro del hermoso jardín. Sacó de sus bolsillos un trozo de tiza, y como vio que no iba a poder dibujar el círculo de transmutación, se piso un poco nerviosa.

- ¡Por favor podemos empezar! – replicó uno de los militares.

-Si ahora – mente - No tengo idea de donde dibujar ese círculo, sería más fácil, hacer alquimia con solo pensarlo, espera tengo una idea.

La niña se sacó su chaleco, se agachó y en él, dibujó lo que necesitaba. Activó el círculo cuando lo tocó. Una luz de color celeste, la cubrió y cuando el resplandor se desvaneció; nadie podía creer lo que veía.

- ¿Existe una explicación para este insulto? – interviniendo y acercándose a tocar el vestido que la pequeña había creado.

-Si la hay – temblorosa y un poco confundida; no sabía porque había creado un vestido. –Mente de la niña- Esto no es posible, ahora si no hago algo impresionante, no podré… hacer nada.

- Entonces ¿cuáles son? – intervino el General.

-Es que antes di mi primer ensayo, ahora viene la verdadera muestra – mente – sí, pero no tengo idea de que haré – dio un paso para atrás.

Muchos susurraban, y el rumor que circulaba era que el chico no podía hacer nada impresionante o increíble para demostrar el nivel de un verdadero alquimista, apto para tomar el examen.

-Todo o nada – dijo la niña mientras se preparaba para su demostración.

Cerró los ojos y dio todo su potencial.

De repente, se sintió un gran temblor, y apareció un gran muro de tierra solida combinado con destellos, provenientes del agua congelada; unos grandes témpanos se encontraban en los bordes de la creación del “niño”, que le daban un toque muy decorativo. La niña estaba exhausta, pero sabía que si demostraba eso, lo podrían tomar como una debilidad física; además había sido la primera vez que había utilizado todo su potencial alquímico en una transmutación imposible, según ella, aunque pensaba que ahora ya no lo era.

Casi todos estaban impresionados, excepto el más viejo de todos, que lanzó una pequeña risa y parecía que aun desconfiaba del postulante.

-Muy buena demostración -dijo el General.

-Ahora que has logrado la transmutación, deshacedla, en este mismo instante. – interrumpió con la alegría de la niña, el Militar Alcerce, el más viejo, intentando demostrar que el “chico” no lo iba a lograr.

-- suspiró levemente y luego volvió a dibujar el círculo, en el muro – mente – No sé si voy a poder, hacer algo para destruir esto. – tocó el muro.

Comenzó. El muro empezó a bajar, pero los témpanos empezaron a caer; una gran nube de tierra cubrió al jardín.

-¡¡¡¡Esto no puede estar sucediendo!!!!- exclamó mientras esquivaba lo que caía.

-¡¡¡Todo está fuera de control!!! -gritaban algunos, mientras se alejaban del lugar.

El más grande de los hielos estaba cayendo, y cuando la niña lo vio no puedo moverse porque a sus costados estaban los escombros del muro y hielo.

-mente de la niña- Muévete maldito cuerpo, MUEVETE. – paralizada y temblorosa. - ¿A dónde… - se cubrió con sus brazos la cara. Ya no podía utilizar la alquimia para poder escapar, no tenía energías y ni cómo salir de esa situación.

Se escuchó un gran estruendo cuando se cayeron los pedazos de hielo más grandes.

En el otro lado de la puerta…

Dentro de una habitación del taller de Eri; Al y él estaban trabajando arduamente en una gran máquina que estaban construyendo, mientras que Ed permanecía sentado leyendo un libro, muy tranquilamente y concentrado.

-¿Ed, nos puedes ayudar en esto, en vez de quedarte ahí sentado? – preguntó Al, mirándolo

- Tiene razón, lo único que haces es leer y nada más. – argumentó Eri , en tono serio.

Silencio en la habitación.

Al agarró una llave, de un tamaño no muy peculiar, y Eri tomó el martillo. Se acercaron a Edward sigilosamente, hasta que estaban encima de él. Ed escuchó el silencio del lugar y bajó su libro repentinamente, se dio cuenta de que no había nadie. Cuando se dio la vuelta, estaban los dos (Al y Eri) con sus herramientas amenazándole. Ed se resistió a trabajar con ellos (empezó a dar vueltas en la habitación y los otros lo persiguieron, hasta que Ed se tropezó con un pequeño clavo y fue capturado y obligado a trabajar) finalmente aceptó a ayudarlos, cómodamente (estaba todo atado y un poco lastimado por los golpes que le dieron un martillo y una llave.)

-¿Vamos bien, Ed? – preguntó Eri.

-Según sus planos, sí, aunque parece que algo está mal. - respondió, mientras intentaba salir de sus ataduras.

-No lo creo, el motor y sus circuitos han sido muy bien controlados, por mí, así que dudo que, algo este mal ¿por qué no te aseguras tú, Hermano? – respondió Al confiado.

-No lo sé, creo que vi algo mal – miró para atrás y logró desatarse de a poco.

-Puede ser, entonces sigamos – dijo Eri, y al mismo tiempo unía unos circuitos.

-mente de Ed – Ya logré desatarme, ahora falta ver la manera de escapar del taller, puedo salir por la ventana o por la puerta… Mejor salgo por la ventana que está más cerca de mí.

Él empezó a arrastrarse lentamente, en medio del trayecto, miró hacia atrás y vio que los otros no sospechaban, siguió más rápido hasta llegar a la ventana.

-mente- Pasé cerca de ellos pero no se dieron cuenta, esto fue una verdadera estrategia. – alagándose.

Hizo una maniobra veloz, y salió por la ventana que estaba abierta. Una vez afuera, se estiró y empezó a caminar. Era un día nublado y un poco fresco, pero Ed prefería estar afuera que adentro, ya que odiaba a las máquinas. En cierta forma, las máquinas, en ese mundo, reemplazaban a la alquimia, y eso era lo que le molestaba. La alquimia le daba nostalgia, pero a su vez, recordaba todos sus recuerdos mientras pertenecía al otro mundo.

En el taller, los otros seguían con la máquina, hasta que Al se dio vuelta y vio que su hermano ya no estaba.

-Esto no es posible, por eso había mucho silencio. – exclamó Al, con una venita en la frente, y el puño preparado.

-No es para tanto Al, luego lo buscaremos y lo mataremos – tenía la misma expresión que Al, pero Eri lanzó una risa muy diabólica.

-Primero, hagamos la primera prueba con esta máquina, que según Ed era inservible. Las posibilidades de que algo salga mal son mínimas, no hay de qué preocuparse. - se dirigió hacia donde había un botón para encenderla

-Entonces, a la una – se puso un poco nervioso, Al

-A las dos - desesperado y ansioso

Ambos - ¡¡¡Tres!!!

Al tocó el botón y la máquina funcionó… solo por dos segundos, porque luego se descompuso y apareció mucho humo muy denso, que les impedía respirar y ver.

Al salgamos ahora, apúrate! – grito Eri, con un tono de desesperación.

Dale! – lo dijo mientras se tapaba la boca, porque era casi imposible salir de ahí.

Edward seguía caminando tranquilamente, hasta que escuchó gritos de auxilio que provenían de muy lejos, de repente se dio vuelta y vio que el humo salía del taller; corrió lo más que pudo para llegar. La conmoción era demasiada, había mucha gente concentrada en los alrededores.

- ¡No puede ocurrir esto! – exclamó con enojo, Ed.

En el otro mundo…

La conmoción por el accidente era, también, mucha. Nadie de los examinadores, sabía lo que había ocurrido con el muchacho que estaba haciendo su demostración… que termino, en una catástrofe.

La niña aun estaba viva, pero algo la había protegido y se encontraba arriba de ella.

-¿Qué será esto o quien será? – se interrogaba, con un poco de esfuerzo, debido a que no tenía mucho espacio para respirar.

-No te preocupes de nada, pequeño. – respondió el musculoso militar, con un poco de orgullo.

-No me llames pequeño, porque no lo soy. Pero primero levántate de arriba mío, ya no puedo respirar, y segundo, no es necesario que tus músculos superiores se muevan. Eso me causa repugnancia. - U_ _ respondió la niña

-Te refieres a esto – empezó a mover sus músculos, y luego se levantó.

- Por favor no lo hagas mas, da asco ver esos músculos aceitosos y no tienen un tamaño muy peculiar. – ´ñ_ñ

El que la había salvado era el Teniente Coronel Alex Louis Amstrong, una persona muy amable, pero su cuerpo era un poco exagerado, debido a que tenía demasiado músculo y una altura relativamente alta. También llamado el alquimista del brazo fuerte ya que poseía características propias de su familia, “que habían pasado de generación en generación en los Amstrong”.

-Deberíamos arreglar el desastre. – se acomodaba un poco su camisa (lo poco que quedaba) -Disculpa, no nos presentamos, yo soy Teniente Coronel, Alex Louis Amstrong y vos cómo te llamas – dijo mirando a la niña.

-Mi nombre es Anthony, no soy de aquí, solo vine para los exámenes; pero no los daré, porque mi demostración no fue muy buena que digamos, en especial, el final – respondió un poco angustiada.+-+

-Eso no importa por ahora, lo importante es asegurar la seguridad de todos los que están dentro de los cuarteles, y evitar que haiga derrumbes en la estructuras interiores. – habló imponentemente.

- Tienes razón…, hay que empezar a arreglar todo esto o pueden ocurrir desastres peores. – argumentó hipotéticamente

El empezó a sacar varios de los escombros del lugar e intentaba reorganizar todo. La niña también quiso ayudar, pero cuando se estaba acercando a Amstrong; su vista se empezó a nublar y de repente cayó al suelo. El la socorrió pero, ella estaba totalmente inconsciente. La sostuvo entre sus brazos y músculos, pero una leve brisa, hizo que se le cayera la boina, al supuesto muchacho. Esto causó que el teniente coronel descubriera su secreto (con solo ver su largo cabello y su cara dedujo la verdad). Otras personas y algunos de los examinadores se acercaron al lugar, Amstrong, en un movimiento rápido le puso la boina a la niña, y así ocultó su identidad verdadera ante los demás. La recostaron en el suelo por un momento para ver si estaba bien o le pasaba algo serio, y en ese instante, empezó a reaccionar.

-¿Que me pasó? – exclamaba con esfuerzo, mientras se intentaba sentar y se frotaba los ojos.

-Solo un pequeño desmayo – contestó uno de los que se encontraban allí.

La niña estaba preocupada, porque no sabía lo que había ocurrido, mientras había estado inconsciente, y se imaginaba lo peor – mente de la niña - ¿Habrán descubierto mi identidad?


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